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Hay cifras evidentes y aterradoras que marcan a Chile como un país de un alto índice de accidentes. Por ejemplo, el año 2015 la OCDE realizó un estudio de “Road Safety” de carácter mundial y nuestro país ocupó el noveno lugar del ranking con una cifra de 2.140 fatalidades. Considerando su relación con el número de habitantes, por cada 100.000 personas ocupamos el tercer lugar de ese ranking con un 11,9. Sólo nos superan Estados Unidos, seguido de Argentina. Si bien en el mercado hay de todo, como experto en temas de seguridad vial me resulta increíble ver cómo existen empresas de transporte de pasajeros en Chile que promocionan certificados de calidad mientras en las carreteras se ven sus buses en panne y que otras ofrezcan llegar lejos con su servicio, sin preocuparse de cumplir los mínimos estándares que involucren ante todo la seguridad evitando, por ejemplo, los incendios de buses en ruta, volcamientos por exceso de velocidad o por el pestañeo de una persona fatigada al extremo. Si realizamos un análisis técnico de las carreteras, puentes, accesos de conectividad, pasos sobre nivel y distancias, vemos que la triste realidad se enfrenta a construcciones que no presentan, al menos en su uso práctico, condiciones de seguridad. Una de las primeras observaciones de auditoría es apreciar la conducta aplicada, es decir, el sentido común que se aprecia sobre una operación o proceso, y que debe primar por sobre la cantidad de registros y papeles que brinda un sistema. Bajo este criterio, podemos analizar, por ejemplo, la obesidad como un factor común en los conductores de largo trayecto en Chile que posee un común de- ¿CERTIFICAR CALIDAD DEL SERVICIO U OFRECER SEGURIDAD VIAL? Por Patricio Fuenzalida – Director de BCh Consulting. COLUMNA SEGURIDAD 49 nominador en cuanto a la salud: el riesgo de infarto, presión o diabetes que impactan en la salud de los colaboradores y, con ellos, en la vida de los usuarios.
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El origen, sin duda es la validación de mercado a un sistema macabro que finalmente paga por vuelta, sin importar la velocidad, el respeto a las reglas, o bien los propios estándares que se pudieran auto exigir, inconscientes de la responsabilidad de un vital servicio hacia las personas y de sentido estratégico en la conectividad que requiere un país. ¿CÓMO Y QUÉ CERTIFICAR? Una de las preguntas que el mercado de transporte y de vialidad se hace respecto a la certificación de un sistema de gestión que asocie la calidad y los requisitos exigibles por la normativa legal chilena de tránsito y de otras normativas o estándares internacionales bajo la poco conocida norma ISO 39001 Seguridad Vial (que rige vigente en ISO internacional desde el año 2010) es qué anteponer primero: ¿un certificado de calidad exigible para una licitación o imponerse estándares de seguridad vial? Dentro de mis actividades como consultor, el viaje es una realidad permanente y de esta manera puedo dar fe de los actuales servicios que se ofrecen por una empresa u otra y compararlos con su REALIDAD. En Chile, la historia de la Seguridad Vial es incipiente a nivel de certificación y exigencia. Sin embargo, cada día son más los profesionales que se inclinan por capacitarse en la aplicabilidad de esta norma junto a las empresas que inician su implementación, fijándose voluntariamente estándares que van más allá de la sonrisa del personal llegando hasta el taller donde se realizan las mantenciones o bien con estudios técnicos que validen las ofertas constructivas de carreteras y otras vía de acceso para los usuarios. Lamentablemente, Chile no posee una agenda relativa a la asociación de estándares y acuerdos gremiales o ministeriales respecto a los propios estándares que el país debe poseer como niveles mínimos y que se requieren en ciertos sectores ligados al transporte y la vialidad. Tampoco se aprecia que quienes dirigen el respectivo ministerio posean competencias técnicas de lo que es hoy una “Ciencia específica” como lo es el transporte, la seguridad vial y, en definitiva, sobre el fino sentido de integración nacional que este complejo sistema requiere e implica. Es evidente que en los distintos gobiernos ha primado la buena fe política y la confianza hacia la persona por sobre los especialistas de vasta y exitosa trayectoria que pudieran ocupar tal posición. Por lo tanto, lograr un orden respecto a la estandarización de la Seguridad Vial en Chile quizás tenga, por lo pronto, un largo camino. Por lo tanto, la respuesta al planteamiento inicial es fácil de responder y difícil de aplicar. Las bases de la calidad de un servicio son las condiciones mínimas de seguridad y con ello, neutralizar accidentes que pudieron ser previstos, mitigados y anulados con anterioridad al servicio. Esto es, ante todo, la condición de cualquier sistema mediante educación y, por sobre todo, como un compromiso transformado en una correcta conducta desde la Dirección, Gerencia, sus colaboradores y usuarios.
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